Wednesday, July 27, 2011

XXXIV. El Sosteniente es Liberado

Cd. de Méjico - 1682

Donde se discute si la culinaria del Santo Oficio es digna de ser llamada “bocato di cardinale”…

De regreso en el palacio del Santo Oficio Montoya hizo traer a Torres (acompañado del Osito y del Faisán) a su oficina.  El “sosteniente” apenas si se podía sostener en pie. 

--Ah, Torres, ¡qué gusto de veros! –exclamo Montoya--.  Siéntese hombre, por favor.

El Osito y el Faisán depositaron a Torres y sus huesos en una silla frente a Montoya.

--Pa-pa-patrón…

--¿Qué os pareció nuestra hospitalidad?  Excelente, ¿verdad?

--Si-si-si.

--¿Y qué tal le pareció la comida?  ¿Bocato di cardinale?

--Si-si, pa-patrón.

Por más que lo intentaba Torres no podía evitar temblar.  Los últimos tres días, encerrado en un calabozo debajo del palacio del Santo Oficio, comiendo una comida inmunda, rodeado de ratas y cucarachas, habían sido los peores momentos de su vida.

--Que bueno, Torres, no quiero que nada afecte nuestra relación de trabajo de ahora en adelante, ¿entiendes?

--Pos no, digo, si, pa-patrón.

--Así me gusta, Torres, que nos entendamos.  Vera, Torres, he decidido que volveréis a vuestro puesto, de “sosteniente”, pero quiero que  os consideres a mis órdenes directas, no del secretario mayor.  ¿Entendéis?

--Oste ordene patrón.  ¿Quiere que vaya a petatiar a alguien?

--¿Qué es eso de “petatiar”?

--Que si quiere que haga a alguien difuntito.

--Por el momento, no, Torres.  Tomad esta bolsa.  Idos a vuestra casa.  Haced el amor a la Poncianita, recuperaros, que se yo, y en tres días regresad aquí.  Tenéis una misión.  Quiero que vigiléis con sumo cuidado la hierberia esa, “La Hermandad Blanca”.

--Sobres, patrón, ya estufas.

--¿Qué decís?

--Quiero decir que por supuesto, patrón.

--Y recordad siempre, Torres, si no me complacéis, los señores Osito y Faisán aquí presentes están dispuestos a darte…¿Cómo le llamáis vos los mejicanos a una buena tunda?

--Una calentadita –ofreció el Osito.

--O madriza –completo el Faisán.

--Exacto, calentadita o madriza –repitió Montoya--.  ¿No tenemos por qué llegar a eso, ¿verdad Torres?

--No patrón, no.  Usted nomas ordéneme.

--Que bueno que nos entendemos, Torres.  Tened, aquí esta vuestro escudo, lo que llamáis vuestra charola.  Sois vos otra vez un sosteniente PGR, como antes.  Ahora díganme, caballeros, ¿Dónde se encuentra el convento de las jerónimas?

--Pos mas pa allá de la plaza principal, su señoría, yéndose por toda la calle como quien va rumbo a catedral –explicó el Osito.

--¿Conocéis a una monja ahí que llaman Sor Juana?

--Yo la vide por navidad.  Fue a dirigir el coro a catedral, patrón.  A diferencia de las otras monjas a ella la dejan salir –dijo el Faisán.

--Dicen que es muy cabrona, muy calzonuda, patrón –añadió el Osito--.  Tengo un compadre que es pintor y le fue a hacer un trabajo al convento y decía que era muy exigente.

--Quesque sabe muncho de números –dijo el sosteniente que también quería contribuir--.  Les regatea hasta el último cobre a los proveedores del convento.

Montoya oía todo esto atentamente.

--Muy bien, señores, todo eso es muy interesante e ilustrativo.  Escuchen, la próxima vez que la viden en la calle a esta Sor Juana, síganla.  Pero, por favor, háganlo con discreción, ¿entienden?  Quiero saber adónde va, a quien visita, con quien se habla, donde mercadea.

--Despreocúpese, patrón –ofreció Torres--.  Los PGR traerán a la monjita bien cuidadita.  Más le vale que no se salga del huacal.

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