Sunday, August 14, 2011

XVII. Las Dudas de Lorenzo

Donde Lorenzo sopesa si no sería mejor ser jicarero en una pulquería que caballero águila.

Camino a Texcoco – 1652

Al anochecer del primer día de camino a Texcoco don Diego y su ahijado buscaron posada en una parroquia.  Al día siguiente, después de un desayuno opíparo que les dio el párroco, ambos se pusieron otra vez en camino.

--Padrino, con todo respeto.  No estoy seguro si podré terminar el entrenamiento al que usted me lleva.

--¿Es que acaso no quieres asumir tus responsabilidades?

--Padrino, con su venia, no estoy seguro si podré terminar o si, como usted dice, si quiero hacerlo.

--Interesante.  Yo en vuestro lugar también tendría mis dudas.  Digo, ¿acaso no seria tal vez mejor si el último descendiente de los Ixtlilxóchitl se mete a jicarero en una pulquería o a zapatero o de cura de pueblo como el fulano que tan generosamente nos dio posada? 

Digo, ¿visteis lo gordo que estaba el señor cura?  Y en su jardín había bastantes gallinas igual de gordas, como para tener siempre una buena ración de huevos frescos y una gallina en mole los domingos.  ¿Y visteis la marrana con los lechoncitos que tenia?  Pronto habrá tamaliza.  Repito, Lorenzo, no os culparía si buscáis vivir tranquilo cuanto tiempo os quede sobre la tierra.

--Padrino perdóneme.  Es que dudo que esté a la altura.

--¡Pamplinas Lorenzo!  Es de sabios dudar.  El problema es que los estúpidos no dudan.  Ellos lo saben todo.

--Es que mi padre nunca me dijo nada sobre estos menesteres.

--Mi compadre, tu padre, que Dios tenga en su santa gloria, murió muy triste, Lorenzo, por la manera en que la corona trato a su padre don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl y a su familia.  No lo culpo por haberse desilusionado y nunca haberte hablado de estas cosas.

--¿Y de que servirá todo esto?  Nunca volveré a tener mi trono.

--Ah Lorenzo, dime, ¿creéis en las profecías?

--Pos…no se…

--Te he contado sobre los ancianos de la casa negra, miembros de la hermandad blanca, ellos eran los consejeros del tlatoani mejicano.  Cuando los de Castilla sitiaban a la ciudad hicieron la siguiente profecía:

"Ha llegado la hora de que nuestra cultura se oculte ante los embates del invasor. Toca a nosotros hacer que Anahuac vuelva a brillar en todo su esplendor. La sabiduría de los viejos abuelos se encuentra en los  corazones de los mexicanos. Con ella como cimiento, piedra a piedra, reconstruirán Anahuac en el albor del sexto sol."

El sexto sol, Lorenzo, de acuerdo a la cuenta larga de los abuelos solo vendrá a principios del siglo XXI, de aquí a 400 años.  Ni tú ni yo lo veremos.  Pero si Anahuac va a renacer entonces necesitara la sabiduría de los viejos abuelos.  Y eso, Lorenzo, ese el toltecayototl. 

--¿Entonces los de Castilla seguirán gobernando de aquí a 400 años padrino?

--Ojala que no.  Lo que si os puedo asegurar es que Anahuac no renacerá si el toltecayototl no existe.  Y vos, que sois el heredero del trono de Anahuac, sois el designado para ser su defensor.  Esto es, por supuesto, si decidís asumir esta responsabilidad.

--¡Padrino!  ¡No se lo que debo de hacer!

--Vamos, decidámonos de una vez, Lorenzo, estamos tan solo a medio camino.  Podemos todavía regresar a la ciudad de Méjico y vos podéis entrar al seminario o de aprendiz de zapatero o que se yo.   Sabed que de todas maneras te bendeciré, hijo mío.  Y le pediré al santísimo que algún día me perdones por poneros en esta encrucijada pero no tengo ya opción. 

Os confieso que he buscado otros herederos.  Los Valeriano no valen lo que tu vales ni su sangre tiene la nobleza que hay en la tuya.  Pero si no aceptáis no tendré remedio más que hacerle saber a uno de ellos sobre la existencia del toltecayototl, a riesgo que me delaten a la inquisición, claro está.

--Mi padre me contó sobre los Valeriano.  Se visten a la española, poseen encomienda, y desprecian a los indígenas aunque ellos son mejicanos también.

--Su única nobleza proviene de haberse emparentado con los Tezozomoc de la casa real mexica.

--Válgame Dios, padrino, no busque a esos cuilones.  Lo van a vender.

--Entonces, ¿aceptáis someterte a la disciplina del código del águila? 

--Que sea lo que Dios quiera.  Si, acepto.

--¿Juráis defender el toltecayototl con la última gota de tu sangre aun si nunca veras el renacer de Anahuac?

--Si padrino, lo juro.

--Ven a mis brazos, Lorenzo.  Es la última vez que os llamare así, hijo.  De ahora en adelante seréis conocido como don Lorenzo o su alteza, el rey coyote.

--¡Ave María padrino!  ¿Por qué rey coyote?  ¿Por mi ancestro?

--No, alteza, sino porque necesitareis la astucia y prudencia y audacia del coyote para sobrevivir.

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