Tuesday, August 2, 2011

XXIX. El Interrogatorio de Cuauhtemotzin

Ciudad de Méjico – 1682

Donde se cuenta como la artes del Conde de la Legión resultan ser insuficientes

Montoya entro en la oficina de su secretario.

--¿Habéis encontrado los documentos que os encargue?

--Si patrón –contesto el secretario sacando unos pergaminos de una caja--.  Aquí los tiene usted.  Es el interrogatorio del tal Cuahtemotzin.

--¿Leísteis el contenido?

--¡No patrón!  Tan solo verifique que era el interrogatorio que usted buscaba.  Por esta cruz que no leí nada más.

Montoya lo vio fijamente.

--Más os vale.

Esa noche Montoya volvió al cuarto en su azotea, encendió una bujía, se sirvió un vaso de vino y se puso a leer.  El autor era un fraile cuyo nombre era ilegible.

Siendo el primero de diciembre del Ano del Señor 1521, en el reinado de nuestro soberano Carlos, rey de España y Emperador de Roma, por mandato directo del capitán general de los ejércitos de España, don Hernán Cortes, se asienta el interrogatorio de Cuauhtemotzin, antiguo emperador de Méjico Tenochtitlan…

Montoya hojeo someramente los primeros folios hasta que llego a la parte que le interesaba.

Conde de la Legión: Es inútil, capitán.

Al leer esto Montoya tuvo un sobresalto.  Era obvio, pensó, que se trataba de un ancestro.

Cortes: Sois terco señor Cuauhtemotzin.  El señor conde es diestro en estos menesteres pero aun así no queréis hablar.

Cuauhtemotzin: Os repito, Malinche, que no hay oro.  Si había tal os lo llevasteis cuando os retirasteis de la ciudad y os batimos.  Buscad vuestro oro en los fosos de las calzadas.

Cortes: No me mintáis, senor Cuauhtemotzin, yo vide con mis ojos los pabellones y cuartos de la casa de Axayacatl. 

Conde de la Legión: Si, esos aposentos estaban retacados de oro y joyas.  No nos llevamos todo.

Cuauhtemotzin: Malinche, vos sabéis que nuestra diplomacia fallo.  Sabíamos que ibais a regresar con aliados.  Lo que nos quedaba de tesoro lo utilizamos en comprar vituallas y armas para defender la ciudad.  Nuestros aliados nos traicionaron y nos vendían todo a precio de usura.  No hay mas oro.

Conde de la Legión: Capitán, de su venia para que lo confrontemos con el prisionero.

Cortes: Traed al prisionero, señor conde.

Nota del secretario: Fue presentado un indígena que presenta signos de quemaduras en gran parte de su cuerpo.

Cortes: ¿Conocéis a este hombre, señor Cuauhtemotzin?

Cuauhtemotzin: No, Malinche.

Conde de la Legión: Lo hemos identificado como Venado Veloz.  Estuvo al mando en la casa negra. 

Cuauhtemotzin: ¿Este fue el capitán que defendio la casa negra?

Cortes: Oísteis a vuestro soberano, señor Venado.  ¿Estuvisteis o no al mando de la defensa de la casa negra?

Venado: Mi señor Cuauhtemotzin, me avergüenza estar vivo todavía.  Sí, yo era el comandante de la defensa del punto.  Fui capturado cuando la casa negra se derrumbo sobre nosotros.

Cuauhtemotzin: Ja, Malinche, creo haber oido hablar de este hombre.  Es un chichimeca y caballero águila.

Cortes: ¿Chichimeca?  ¿No es mexica?  Príncipe Xicotencatl, ¿a qué se refiere el emperador?

Xicotencatl: Malinche, chichimeca era el titulo dado a los guerreros mas valientes.  Reconozco a este señor Venado.  Lo vide capitaneando la defensa del punto.  Nos costó mucha sangre intentar tomar el punto.  Y digo intentar porque en realidad nunca lo tomamos: el edificio se vino abajo cuando lo incendiamos.

Cortes: Señor Venado, defendisteis el punto aun después de que cayó el resto de la ciudad, de que vuestro soberano fue capturado y de que Tlatelolco se rindió.  ¿Por qué?

Cuauhtemotzin: Es inútil, Malinche, no hablara.  Es caballero águila.

Xicotencatl: Va su honor en ello, Malinche.  Lo podéis despedazar lentamente y aun así no hablara.

Cortes: Yo creo que el oro estaba en la casa negra.  Si necesito desollar vivo a este fulano tal hare.  Señor conde, empezad.

Cuauhtemotzin: Esperad, Malinche, os aseguro, por mi honor, que no había oro en la casa negra.  Deshonráis las armas de vuestro rey ensañándoos en un hombre valiente que es, además, inocente.

Cortes: Entonces, ¿Por qué la defensa tan fiera del punto?

Cuauhtemotzin: Es inútil.  Señor Venado, os doy la venia de explicarle a Malinche lo que defendisteis.

Venado: Si así lo dispone mi señor, hablare.  Malinche: no había oro.  La casa negra era donde se asentaba la Hermandad Blanca.  Nuestra misión era defender el punto hasta que los brujos pudieran evacuarlo con todo y sus archivos.

Xicotencatl: ¡Imposible!  Os teníamos rodeados.

Cuahtemotzin: Decidles todo, senor Venado, no os preocupéis.

Venado: Hay un túnel que llevaba hasta Tlaltelolco bajo la casa negra.  A través de este los brujos se escaparon.  Los archivos fueron evacuados a lomo de macehuales al servicio de la casa negra.  Esto se hizo un día antes de la rendición de Tlatelolco.  Nosotros seguimos peleando para darles mayor margen a su huida.

Conde de la Legión: ¿Archivos? 

Cortes: ¿Y el oro?

Cuauhtemotzin: ¡Que no había ya tal, Malinche!

Cortes: ¡Pamplinas!  ¿Quién se haría matar por unos papeles?

Cuauhtemotzin: Era parte del toltecayototl.  Dígame usted, Príncipe Xicotencatl, ¿acaso ustedes los de Tlaxcala no se harían matar también por el toltecayototl?

Xicotencatl: Si, alteza, nosotros también nos hubiéramos hecho matar por el toltecayototl.

Cortes: ¡Por Santiago!  ¿Exactamente qué diablos es eso del tolte..tolte…?

Cuauhtemotzin: El toltecayototl, Malinche, es la esencia de nuestra cultura.  Si la profecía es correcta,  y así lo creo, vuestro mandato sobre esta tierra acabara cuando los mexicanos vuelvan a aprender del toltecayototl.

Conde de la Legión: ¿De qué profecía habla su majestad?

Cuauhtemotzin: La hizo la hermandad blanca unos días antes de la caída de la ciudad.  Algún día los mexicanos oirán la voz de sus abuelos, es decir, al toltecayototl.  Cuando eso ocurra, señores de Castilla, Anahuac renacerá.  Por eso, Malinche, el toltecayototl bien vale hacerse desollar vivo.

Conde de la Legión: ¿Exactamente en donde emergía ese túnel?

Venado: Yo nunca lo camine, su señoría.  Tengo entendido que emergía  en Tlatelolco, en el teocalli de los pochtecas.

Cortes: ¿Y de ahí adonde llevaron sus archivos los brujos?

Venado: No sabría decirle, Malinche.  Mis órdenes eran defender el punto y tal hice hasta que el edificio ardió y se vino abajo sobre nuestras cabezas.

Conde de la Legión: Capitán, es posible que estos brujos hubieran tomado piraguas y escapado de Tlatelolco durante la confusión de la rendición.

Cortes: ¿Pero adonde irían?  El emperador seguramente hubiera sabido el destino final.

Cuauhtemotzin: Y eso no lo sacareis jamás de mi, Malinche.  Además, para ahora los brujos ya han de haber puesto a buen recaudo al toltecayototl.  Aceptadlo, Malinche, vuestros días están contados.  Anahuac renacerá.

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